Tres películas, dos en Hollywood, y una tercera española, ponen de moda el cuento de los Grimm. La princesa enseña sus armas.
Que no le vengan con cuentos a Hollywood. ¿Oquizá sí? Había una vez una princesa llamada Blancanieves, bellísima, a la que su madrastra, tan malvada como espectacular, quería destruir. Lo que la reina, de claros cabellos y turbios maleficios, nunca imaginó es que la jovencita le iba a poner las cosas bastante difíciles, pues a sus espaldas, lejos de su mirada felina, se había entrenado en el arte de la guerra para arrebatarle su reino.
Es el argumento de una de las versiones que la meca del cine ya tiene en marcha, «Snow White and the Huntman» («Blancanieves y el cazador») y cuyas primeras imágenes nos hacen pensar que la puesta en escena del cuento de los hermanos Grimm será tan oscura como espectacular.
Encabezan el reparto Charlize Theron, una madrastra tan malvada como interesante; Kristen Stewart, quien, abandonados sus instintos vampíricos, se transforma en una guerrera Blancanieves con espada y escudo, adiestrada en el arte de manejar el acero por un cazador metido en el cuerpo espectacular de Chris Hemsworth. ¿Y el príncipe? Sam Claffin, a quien hemos podido ver en «Piratas del Caribe; en mareas misteriosas», absorto por el poder seductor de la joven. Esta nueva visión de la historia está producida por Joe Roth, artífice de la burtoniana «Alicia en el País de las Maravillas», a quien se ha unido el debutante (aunque aclamado director comercial) Rupert Sanders.
Los tiempos han cambiado y la manera de contar las historias universales, también. A las pruebas nos remitimos: la revisitación del cuento de «Caperucita» de Perrault, estrenado este mismo año, presentaba una narración más cercana a la saga «Crepúsculo» que al relato primitivo. Pero volviendo a nuestra historia, lo curioso (o quizá no lo sea tanto) es que este potente «remake» ha coincidido con la puesta en marcha de otra cinta también con la niña de los siete enanitos como protagonista. La lucha entre los responsables de cerrar ambos castings dicen que ha la batalla por cerrar el mejor reparto sido épica.
«Blancanieves y el cazador» (que verá la luz en junio de 2012) apabulla por su reparto, pero «The Brothers Grimm: Snow White» («Los hermanos Grimm: Blancanieves») no se queda atrás. Personificará a la madrastra Julia Roberts y la princesita será Lily Collins (la hija, de Phil, el músico). El rodaje, a las órdenes de Tarsen Sigh (director de «La celda» e «Inmortals», aún sin estrenar) acaba de arrancar en Los Ángeles. Descrita como una cinta de aventuras con un toque cómico (la fecha prevista de estreno es marzo de 2012), contará la lucha de Blancanieves para recuperar su trono y gobernar de nuevo su reino, destruido, cómo no, por el azote de la cruel madrastra.
Para encarnar a la princesa guerrera, Kristen Stewart ha tenido que emplearse a fondo y sacudirse esa imagen tan melancólica como meliflua que en ocasiones que ofrecía en la saga crepuscular. Los ensayos, cuenta la propia intérprete que han sido durísimos.
La princesa practica yoga Horas de sesiones de equitación en Palm Springs (California) para cabalgar con soltura a lomos de un caballo. Además, está moldeando su cuerpo mediante la disciplina del yoga. «Esperamos que ésta sea la primera de una serie de películas. La historia que planteamos terminará, pero quedarán preguntas sin responder para los tres personajes principales», ha asegurado el productor Joe Roth, un hombre poderoso en la industria hollywoodiense para quien la continuidad la marcará el gusto y la aceptación del público. Y prosigue: «El cazador es un mercenario, un hombre que se desenvuelve. Su trabajo es capturar a todas aquellas niñas que huyen del reino por culpa del inmenso poder de la madrastra. Aunque al comienzo de la película se nos antoje un tipo sin escrúpulos que se mueve sólo por dinero, cuando le conocemos en un principio… No es un buen tipo, pero en realidad se trata simplemente de alguien que ha perdido la esperanza al perder a su esposa. Ha renunciado a todo», comenta Roth, quien subrayó que se ha querido potenciar el papel de Blancanieves y dotarle de una fuerza y una bravura inusuales.
En octubre de 2009 se cumplieron 75 años del estreno del filme de Disney. Fue entonces cuando Hollywood puso su maquinaria a funcionar para sacar a la luz un par de proyectos que ahora se materializan y a los que se une un tercero que habla español. Se trata de la próxima cinta de Pablo Berger, que sitúa a principios del siglo pasado, cuando a los espectadores el cine debía parecerles algo mágico e hipnótico. Unos personajes que se movían de forma acelerada por una pantalla, diálogos escritos y música como efecto sonoro en la penumbra intimista de un pequeño recinto. Cine mudo en blanco y negro. La experiencia del director cuando visionó «Avaricia», de Erich von Stroheim, fue perturbadora, tuvo tanta magia que lo marcó: «Allí sentí cosas que no había sentido antes, un éxtasis cinematográfico al ver por primera vez una película muda con orquesta. Yo tendría unos 20 años y, desde estonces, esto fue un reto, una aventura difícil, conseguir que el espectador sintiese lo que yo en ese momento». De ahí salió el proyecto de «Blancanieves y los siete enanitos», muda, en blanco y negro y rodada en 16 mm. Una versión libre que ultima su rodaje en la plaza de toros de Aranjuez.
Ambientada en los años 20, por ella deambulan figurantes vestidos de época y coches de caballos. Un melodrama gótico lleno de acción y de humor negro que recoge todos los tópicos de la «Carmen» de Merimée y de la España negra. Toreros, flamenco, bandoleros… «Son toreros porque en estos años eran los que más preponderancia social tenían», explica Berger. «Todo lo que yo he hecho es de época, me gusta que el espectador viaje en el tiempo, hipnotizarlo. Usar los tópicos para darles un giro. España era un país exótico y romántico para los extranjeros». El proyecto «es arriesgado, pero nos lanzamos con red. Contar con este cuadro de actores –Verdú, Ángela Molina, Macarena García («Amar en tiempos revueltos»), Pere Ponce, y José María Pou–, la música de Alberto Iglesias o el vestuario de Paco Delgado, es un riesgo menor. No todo ha de ser comercial, también hay que apostar por el arte», remarca el director.
Muda y en blanco y negro Maribel Verdú, con los rasgos muy marcados, abanico en mano, mantilla y peineta, luce espléndida en una umbría de la plaza a resguardo del sol. Es la malvada madrastra: «Pablo contó conmigo desde el comienzo y con Alberto Iglesias. Lo admiro por su valentía. No se atrevió a contármelo por teléfono, pero le di un sí incondicional. Para estas cosas me baso mucho en la intuición. El que sea muda no la hace más difícil, es distinta». En cuanto a su personaje, comenta: «Es la mala malísima, la madrastra más mala habida y por haber. Una interpretación libre que cuenta con casi todos los elementos originales. Hay manzana, pero noespejo».
Por otro lado, Blancanieves está representada en dos edades. Sofía Oria y Macarena, la mayor, que, vestida de luces dice que «no es una versión edulcorada.
Es
una Blancanieves fuerte, buena y nada ñoña». Lo dicho: Blancanieves dará mucha guerra.
Disney… y alguno más
Aunque el personaje de los hermanos Grimm no ha sido de los más adaptados al celuloide, sí tiene alguna que otra versión. Ya en los años del cine mudo, hubo al menos tres en blanco y negro. En cualquier caso, hay una que sobresale: la animada en color de 1937 de Walt Disney, que marcó la estética venidera y popularizo el célebre «hi-ho, hi-ho» que cantaban los enanos. Fue el primer largometraje de la factoría. En los años 90 hubo varias revisiones del cuento para el mercado del DVD. Más estimulante fue la TV movie «Blancanieves: la verdadera historia» (1997), con una malvada Sigourney Weaver como la madrastra.